viernes, 20 de enero de 2017

LA NUEVA JERUSALÉN

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1.      INTRODUCCIÓN

En la visión que tuvo el Apóstol Juan sobre la “Nueva Jerusalén”, se entiende el fin del conflicto entre el bien y el mal, fin que se dará cuando se instaure la Santa Ciudad, una morada que alojará a los justos por la eternidad. En ésta última visión profética, se dará un vistazo teológico, profundizando en aspectos simbólicos sobre características de la Ciudad, su interpretación, y aspectos del diario vivir en ella. Juan la describe de una forma simplista, a su modo humano de percibir algo extraordinario y eterno, pero que es interesante conocer su interpretación, para dar un aspecto más profundo y amplio de lo que significa estar en la morada que albergará a los fieles de todas las edades por la eternidad.


2.      DESARROLLO

Apocalipsis 21 y 22, muestra el término del desarrollo del pecado en la tierra. Para comprender de mejor manera esta última parte del Apocalipsis es necesario recordar lo que está escrito en el primer libro de la Biblia, el Génesis. Aquí se encuentra la culminación de toda la creación de Dios, de los cielos y la tierra en seis días literales con un especial sello; el día séptimo como día de reposo, santo y bendito (Gen. 2:1-2). Todo lo que en un momento fue perfecto en “gran manera” (Gén. 1:31), fue corrompido por causa del pecad, lo que cambió rotundamente el desenlace de la historia de este mundo. Todo lo creado sufrió alteraciones, todo lo creado fue contaminado, la naturaleza, y todo lo complejo del ser humano, su aspecto, físico, mental y espiritual. Más aquí en el Apocalipsis hay un plan magnífico del Creador de todo, que restauraría todas las cosas, pero que no sería una creación de la nada como en el principio, sino más bien una recreación de algo ya existente, nuestro planeta tierra.

Nueva Jerusalén: Cielo Nuevo y Tierra Nueva (v.1)
En el Apocalipsis se encuentra la terminología “Nueva Jerusalén” en solo 2 ocasiones; la primera en el cap. 3:12, dónde Juan lo menciona como “la ciudad de mi Dios, la cual descenderá del cielo…”, y la segunda en el texto que se estudiará a continuación, específicamente en el cap. 21:2, dónde el profeta ve descender la “Santa Ciudad, la Nueva Jerusalén del cielo…”.
Es interesante notar, que la palabra griega empleada para “nuevo”, es kainos que significa algo que es “renovado” o “recreado” a diferencia de la otra terminología conocida como neos (ejemplo: se ocupa la expresión “neo testamento” para referirse al “nuevo testamento”) que significa algo creado totalmente nuevo, o sea desde cero o de dónde no había nada. En el Apocalipsis, la palabra utilizada es kainos, o sea esta creación de la “Nueva Jerusalén”, sería más bien una renovación o recreación de lo que ya existía. Este “Cielo Nuevo” y “Tierra Nueva”, serían renovados, de lo que en el principio en el Edén fue creado.
Este “cielo nuevo y tierra nueva” (21:1), es la renovación del primer cielo y la primera tierra que fue corrompida por el pecado. Nada “nuevo” puede existir de algo que no haya existido anteriormente, y Juan lo enfatiza, diciendo: “el primer cielo y la primera tierra pasaron”, agregando al final que “el mar ya no existía más” (v.1).
Con respecto al mar, ¿será que en la Nueva Jerusalén ya no existirá el mar o se está hablando simbólicamente? Para responder esta pregunta, la misma Biblia nos da una referencia, la cual se encuentra en Isaías 33:21 que dice: “Porque ciertamente allí será Jehová para con nosotros fuerte, lugar de ríos, de arroyos muy anchos, por el cual no andará galera de remos, ni por él pasará gran nave”. Y el espíritu de profecía agrega:
“El mar divide a los amigos; es una barrera entre nosotros y aquellos a los cuales amamos. Nuestras relaciones son interrumpidas por el ancho e insondable océano. En la tierra nueva no habrá mar ni lugar por donde andará galera de remos".[1] Queda claro entonces que el Apóstol está escribiendo literalmente. Otros autores y teólogos sugieren que es simbólico ya que como en la profecía el mar simboliza “pueblos, muchedumbres, naciones…”, y el mar separa naciones, continentes y por ende personas, al ser una sola santa ciudad la nueva Jerusalén y un solo pueblo, según esta interpretación el Apóstol se refiere a que “el mar no existía más” en el sentido de la unidad como pueblo y no a que literalmente no habrá mar. Es necesario mencionar esta interpretación ya que si bien tiene sentido, pero como ya vimos anteriormente tanto la Biblia como el Espíritu de profecía sugieren la interpretación literal más que la simbólica.
Novia hermosa (v.2)
“Vi además la Ciudad Santa, la Nueva Jerusalén, que bajaba del cielo, procedente de Dios, preparada como una novia hermosamente vestida para su prometido” (NVI 21:2).
Los sucesos que anteceden al descenso de la nueva Jerusalén, son el Milenio y la Segunda Venida de Jesús. Y en este último acontecimiento, cuando Cristo “desciende del cielo” a buscar a su Iglesia, a esa mujer que describe Juan en el Cap. 12 de la revelación, una iglesia pura, que se denomina “remanente”, los que guardan los mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesús (12:17), se hace la relación teológica de que Cristo ahora estando en el cielo junto a su iglesia descienden para morar eternamente. El amor de Dios por su iglesia lo refleja con el matrimonio (ver Efe. 5:24-28), vínculo perfecto entre un hombre y una mujer, que llegan a ser uno. Esa misma relación quiere tener Dios con su pueblo que le espera. La ciudad como una novia hermosa, denota que el apóstol describía con sus palabras lo que estaba viendo. Las novias se preparan para el casamiento, y también el pueblo de Dios debe prepararse para estar y morar eternamente en la ciudad que Dios ha provisto.

Comunión en la Santa Ciudad (v. 3-6)
El ser humano pasa por diferentes estados anímicos y realidades deprimentes, la soledad, la falta de la presencia de Dios en la vida, todo esto producto de la separación de Dios con el hombre que se produjo en el principio. Pero lo cierto es que en la ciudad Santa la realidad será otra; en los versículos 3-6 se encuentran algunos detalles importantes en cuanto a la comunión que existirá:

Acontecimiento
Texto
Concepto
Dios “acampará” en medio de ellos

v. 3
Compañía
Ellos serán su pueblo
v. 3
Pertenencia
Dios estará con ellos y será su Dios
v. 3
Compañía y protección
Enjugará toda lagrima de ellos
v. 4
Justicia y consuelo
Ya no habrá muerte, ni llanto, ni lamento, ni dolor.
v. 4
Justicia y nuevo comienzo
“Yo hago nuevas todas las cosas”
v. 5
Creador
“Estas palabras son fieles y verdaderas”
v. 5
Confianza y seguridad
“Yo soy el Alfa y Omega”
v. 6
Dios eterno
“Fuente del agua de la vida”
v. 6
Vida eterna


Un elemento importante que destacan estos textos y que es el centro de la comunión en la nueva ciudad, es que Jesús mismo estará con su pueblo, Él “acampará” en medio de ellos, se da un claro sentido de compañía y pertenencia de Jesús. Jesús como eterno, como dador de vida eterna, como única fuente de vida, creador, consolador y protector.
Apocalipsis 21:3 denota claramente que Jesús mismo estará presente con la nueva humanidad:
“La palabra “morada”, o “tabernáculo”, se traduce de la palabra griega skene. La palabra griega se hace eco de la palabra hebrea shekinah, la señal física de la presencia de Dios entre su pueblo (Éxo. 40:34-38). Además, la palabra shekinah  deriva de la misma raíz que el verbo hebreo shakan (morar), traducida por el griego skenoun (morar, extender la tienda).[2] Cristo desea morar eternamente con su pueblo, pero depende de cada persona aceptar el regalo de la salvación y perseverar en la fe hasta el fin.

Promesa y condenación (v. 7, 8 y 27).
Al continuar con la visión, en el verso 7 cuando Jesús, el “Alfa y Omega”, sigue diciendo: “El que venciere heredará todas las cosas, y yo seré su Dios, y él será mi hijo” (RV60).
Todo lo descrito anteriormente, tiene su fin para aquellos que sean fieles, los que venzan heredarán lo prometido en la nueva ciudad, y por sobre todo serán considerados “hijos de Dios”, dónde nuevamente se enfatiza el concepto de familia en la Nueva Jerusalén.
Pero ¿que hay para aquellos que no venzan? Claramente el texto responde diciendo que “los cobardes e incrédulos, los abominables y homicidas, los fornicarios y hechiceros, los idólatras y todos los mentirosos, tendrán su parte en el lago que arde con fuego y azufre, que es la muerte segunda” (v. 8), y “No entrará en ella ninguna cosa inmunda, o que hace abominación y mentira, sino solamente los que están inscritos en el libro de la vida del cordero” (v.27). Acá se ven 2 elementos a considerar: (1) el primer versículo enfatiza varias actitudes pecaminosas de la sociedad, los cuáles darán como resultado la muerte eterna. En la lucha entre el bien y el mal, la recompensa y el castigo son claros y categóricos. El que venza, tendrá vida eterna y el que se deje guiar por actitudes pecaminosas no heredará el reino de los cielos, si no que sufrirá la consecuencia irremediable del pecado, la cual es la muerte eterna. (2) El segundo texto (v. 27) sugiere que hay que estar inscritos en el libro de la vida, para poder entrar en la ciudad y gozar de la vida eterna, junto al creador y su nueva creación. En resumen, Juan describe claramente a 2 tipos de personas, los incrédulos para muerte eterna, y los fieles para vida eterna.
“La entrada a la nueva Jerusalén se le da sólo a “los que están inscritos en el libro de la vida del Cordero”. Todos los que entren en la ciudad de Dios lo harán por la puerta estrecha, por esfuerzo propio y agonía; porque “no entrará en ella ninguna cosa sucia, o que hace abominación” (Profetas y Reyes, p.61).
  
Características relevantes de la Ciudad (v. 9-21)
A partir del versículo 9, se presenta en la visión a uno de los siete ángeles que tenían las siete copas llenas de las siete plagas postreras (ver. Cap. 16), el cual dijo: “Ven acá, yo te mostraré la desposada, la esposa del Cordero” (v. 9). La esposa, como se mencionó anteriormente (v. 2) es la Nueva Jerusalén, pero que a continuación se describe con algunos detalles que Juan los escribe con sus propias palabras, ya que indudablemente lo que vio, es muy complejo de describir lo cual se nota por el lenguaje empleado. Detallamos a continuación este escenario dónde es transportado a un monte grande y alto (v.10), donde se le presenta nuevamente la “Nueva Jerusalén” descendiendo del cielo:

Acontecimiento
Texto
Comentario
Era semejante al de una piedra preciosísima (jaspe, diáfana, como de cristal).
v. 11
La ciudad tenía la gloria de Dios, algo inimaginable, por lo que Juan usa expresiones como: “semejante” o “como”…
Muro grande y alto, con 12 puertas, y en ellas 12 ángeles, y nombres inscritos de los hijos de Israel
v. 12
“El muro alto, sin embargo constituye la separación de todo aquello que es impuro. Esto es Israel, porque Israel hacia afuera ahora es la cabeza de las naciones (Dt. 28/13), y hacia adentro es nacido de nuevo, abrigado con Dios”.[3]
3 puertas, al norte, sur, oriente y occidente.
v. 13
“Juan le dedica una atención especial a sus amplias murallas y a sus doce puertas. Usa el número “doce” doce veces en Apocalipsis 21, cifra que está cargada de significado”. [4]
12 cimientos en el muro, sobre ellos los 12 nombres de los Apóstoles del Cordero.
v. 14
“Todo en su conjunto esto significa que el Israel profético de Dios incluye a todos los seguidores del Cristo, lo que constituye el mensaje fundamental de la visión de Juan acerca de la vida en la Nueva Jerusalén”.[5]
Caña de medir, de oro, para medir la ciudad, puertas…
v. 15
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12 mil estadios mide la ciudad, su longitud es igual a su anchura y altura.
v. 16
Equivale aproximadamente a unos 2.200 -2400 kilómetros.
“Posiblemente esos dos mil kilómetros representen su perímetro. Si así fuera, la ciudad mediría unos quinientos kilómetros por lado, aproximadamente algo menos que la provincia de Buenos Aires, Argentina”.[6] Otros creen que son 2.200 a 2400 kilómetros por lado…
El muro mide 144 codos
v. 17
“…Literalmente unos 66 metros, destacando otra vez el número 12 (12x12=144). Por definición, una muralla no sólo significa seguridad, sino también separación “exterior” (Apoc. 22:15), lo que se refiere básicamente al lugar del “lago de fuego” (21:8).[7]
El muro de jaspe
v. 18
El jaspe es un color de varias tonalidades de color marrón o café.
La ciudad de oro puro, semejante al vidrio limpio
v. 18
Juan usa un lenguaje común para referirse al oro, “como transparente”.
Cimientos adornados con toda piedra preciosa (jaspe, zafiro, ágata, esmeralda, ónice, cornalina, crisólito, berilo, topacio, crisopraso, Jacinto, amatista)
v. 19-20
“Las doce piedras preciosas de la Nueva Jerusalén simbolizan básicamente “la presencia de Dios, el origen divino de la ciudad, y el nuevo pueblo de Dios”.
12 puertas à12 perlas
v. 21
“Las características de las doce piedras preciosas y de las doce puertas de perla complementan el mensaje básico de que Dios unirá a todos sus hijos” en un rebaño mientras reconoce que también permanecen diversificados en sus caracteres individuales”.[8]
La calle de la ciudad de oro puro, transparente…
v. 21
Juan usa un lenguaje común para referirse al oro, “como transparente”.


Nuevo Templo (v. 22)
Para el pueblo de Israel, desde su travesía en el desierto con Moisés como líder, siempre tuvieron un lugar especial dónde se manifestaba la presencia de Dios, llamado Tabernáculo, que lo trasladaban constantemente. Con el paso del tiempo, se convirtió en el Templo, construido en el reinado de Salomón, era el lugar central de adoración para el reino, ubicado en Jerusalén. Pero en Apocalipsis hay una realidad que se dará en la morada eterna, dónde como se dice: “Y no vi en ella templo”, esto quiere decir, que no habrá un templo físico como en la Biblia se describe (Tabernáculo o Sinagoga) o como hoy en día existe, como un lugar de adoración, sino que el texto nos aclara diciendo: “Porque el Señor Dios todopoderoso es el templo de ella, y el Cordero”. Sin lugar a dudas no habrá un templo físico, pero Jesús mismo lo será, no habrá necesidad de buscar adorar a Jesús en un templo, porque la ciudad misma será ese lugar, y Jesús mismo estará con sus hijos para siempre.

Nueva luz (21:23-25; 22:5)
No habrá necesidad de encender una luz en la noche, porque en primer lugar no existirá la electricidad, ni las lumbreras, y tampoco existirá la noche. Es impresionante saber que la gloria de Dios iluminará toda la tierra (21:23-24). Hoy en día, el sol y la luna son elementos indispensables para que haya vida en nuestro planeta, en la nueva ciudad, Jesús mismo será esa fuente de vida. No habrá sol  ni luna que alumbren, Dios mismo nos dará luz y morará con los justos por los siglos de los siglos (22:5).
“La luz del sol será sobrepujada por un brillo que sin deslumbrar la vista excederá sin medida la claridad de nuestro mediodía. La gloria de Dios y del Cordero inunda la ciudad santa con una luz que nunca se desvanece. Los redimidos andan en la luz gloriosa de un día eterno que no necesita sol”
(El conflicto de los siglos, p. 735).
  
Nuevo río – Fuente de vida (22:1-6)
Al principio de este estudio, la Biblia dice que no habrá mar (21:1), pero si describe que habrán ríos. Comenzando el capítulo 22 que menciona que “el ángel me mostró un río de agua de vida, claro como el cristal, que salía del trono de Dios y del Cordero” (v.1). Este relato recuerda aquella ocasión cuando Jesús tuvo ese encuentro con la mujer Samaritana junto al pozo. Lugar en el cual Jesús le ofrece agua para vida eterna (Luc. 4:14). Claramente Jesús estaba diciendo que Él es vida, que Él es Dios, dador y fuente de vida eterna. Es interesante señalar que esta historia de la mujer junto al pozo, sólo la describe Juan de todos los evangelios, lo que le da un sentido más profundo al asimilar aquel acontecimiento con la visión que años más tarde tendría, dónde vería salir este río como fuente vida, que salía del trono de Dios y del Cordero.
Junto a este río también estaba el árbol de la vida, que produce doce cosechas al año, una por mes; y las hojas del árbol son para la salud de las naciones (v. 2). Es extraordinario comprender que los justos vivirán por la eternidad, y que Dios tiene cada detalle de esa eternidad destinada. Ya no habrá más enfermedad porque Dios mismo destinó un árbol que da salud a través de sus hojas… Ya no habrá maldición y se adorará plenamente a Dios (v. 3).
Los justos verán cara a cara a Jesús, como una vez Adán y Eva lo hicieron, pero que por causa de la desobediencia se perdió esa conexión (v.4). Un nombre nuevo estará en la frente y eternamente vivirán con su creador y redentor.
“Cuando la ola de iniquidad cubrió el mundo, y la maldad de los hombres trajo su destrucción por medio del Diluvio, la mano que había plantado el Edén lo quitó de la tierra. Pero en la final restitución, cuando haya un cielo nuevo, y una tierra nueva” (Apoc. 21:1), ha de ser restaurado más gloriosamente embellecido que al principio” (Patriarcas y profetas, p. 47).

3.      CONCLUSIÓN

      ENTENDER. Es inimaginable entender la realidad que será estar en un “Cielo Nuevo, y Tierra Nueva”, pero lo cierto es que Dios tiene este plan para cada ser humano que venciere (Apoc. 3:12). Es impresionante ver como el ser humano puede volver a la semejanza de Dios, como sus facultades físicas, mentales y espirituales son revitalizadas y reincorporadas.
      FOCALIZAR. Muchas veces en el entorno social, el hombre se acostumbra a la satisfacción personal, e incluso al amor a las posesiones, pero lo cierto es que todo esto es pasajero, porque Dios tiene un plan perfecto. El fin al conflicto entre el bien y el mal, que muchas veces no se puede dimensionar en su totalidad y que no se da la debida atención, pero que es indispensable comprender, para que la vida tome el sentido que corresponde, hay que dar énfasis al propósito final por el cual el hombre está en la tierra, que es prepararse para vivir eternamente con Jesús.
      PREPARAR. Jesús cumplió con un propósito redentivo en este mundo y dijo que iría a preparar morada para nosotros (Jn. 14:1-3), por lo que hay que anhelar con todo el corazón y con toda las fuerzas el poder estar en ese lugar, “La Nueva Jerusalén”, para volver al plan original dispuesto en Edén.
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[1] White, E. G. (1981). Mensajes Selectos Tomo I. California: Publicaciones Interamericanas. P. 191. 
[2] Doukhan, J. B. (2011). Secretos del Apocalipsis. Buenos Aires: Asociación Casa Editora Sudamericana. P. 206.
[3] Malgo, W. (s.f.). Apocalipsis de Jesucristo Tomo IV. Montevideo: Obra Misionera: "Llamada de medianoche". P. 108.
[4] LaRondelle, H. K. (1997). Las profecías del fin. Buenos Aires: Asociación Casa Editora Sudamericana.
[5] LaRondelle, H. K. (1997). Las profecías del fin. Buenos Aires: Asociación Casa Editora Sudamericana.
[6] Maxwell, M. (1991). Apocalipsis: sus revelaciones. Buenos Aires: Asociación Casa Editora Sudamericana.
[7] LaRondelle, H. K. (1997). Las profecías del fin. Buenos Aires: Asociación Casa Editora Sudamericana.
[8] LaRondelle, H. K. (1997). Las profecías del fin. Buenos Aires: Asociación Casa Editora Sudamericana.