¿Estamos preparados para recibir el poder del Espíritu Santo?
INTRODUCCIÓN. La
motivación de ésta investigación nace con la inquietud de saber más acerca del
poder del Espíritu Santo, su derramamiento, bautismo y efectos que puede
producir en las personas que se preparan y lo buscan.
En
las siguientes líneas sabremos más sobre el Espíritu Santo y daremos respuesta a
las siguientes preguntas: ¿Quién es el Espíritu Santo?, ¿Qué significa su
derramamiento?, ¿Qué es la lluvia temprana y tardía?, ¿Cómo puedo recibir el Espíritu
en mi vida? y ¿Cómo conseguir un refrigerio de la presencia de Dios?
El
tema del Espíritu Santo es complejo y muy discutido a través de la historia del
Cristianismo. Pero la Biblia es clara al demostrarnos que el Espíritu Santo es una persona que actúa en el
hombre, transformando, guiando, entrenando, consolando, inspirando,
santificando y muchas otras cualidades o funciones que desempeña de forma activa.
El
Espíritu Santo ha actuado en la tierra y en las personas constantemente
generación tras generación. Ha estado presente desde la creación del mundo. Las Sagradas Escrituras nos muestran que el poder
del Espíritu se manifestaría con mayor fuerza en 2 ocasiones específicas de la
historia de la humanidad.
(1) La
“lluvia temprana”, representada por el poder recibido por los discípulos de
Jesús en pentecostés y (2) la “lluvia tardía” que la podemos recibir en este
tiempo con mayor fuerza que la primera. El objetivo de Dios para con su pueblo
es capacitarlos y darles poder y dones para que su evangelio sea proclamado a
todo el mundo, para que se cumpla la promesa que hizo Cristo estando en el Monte de los olivos (Mt. 24:14; 27-28).
Cuando
se derrame el Espíritu Santo, seremos dotados de poder y un
“refrigerio de la presencia de Dios” el cuál nos ayudará para enfrentar la
última fase de la historia de este mundo. Una lucha entre el bien y el mal se
está desatando y como seguidores de Cristo debemos prepararnos
para poder vencer esta guerra no con nuestras fuerzas si no con el poder del Espíritu Santo que actúa en nosotros.
Te
invitamos a poder descubrir esta pequeña investigación a la luz de la escrituras
y también a través de la inspiración de la profetiza del Señor, Elena de White, que
nos dará más detalles acerca de este tema tan relevante para este tiempo.
¿Quién es el
Espíritu Santo?
“La
Biblia revela que el Espíritu Santo es una persona, no una fuerza impersonal.
Declaraciones como ésta: “Ha parecido bien al Espíritu Santo, y a nosotros”
(Hech. 15:28), revelan que los primeros creyentes lo consideran una persona.
Cristo también se refirió a él como a una persona distinta: “Él me glorificará
–declaró el Salvador–; porque tomará de lo mío, y os lo hará saber” (Juan
16:14). Las escrituras, al referirse al Dios triuno, describen al Espíritu como
una persona (Mat. 28:19; 2Cor. 12:14)”.
“El
Espíritu Santo tiene personalidad. Contiende (Gén. 6:3), enseña (Luc. 12:12),
convence (Juan 16:8), dirige los asuntos de la iglesia (Hech. 13:2), ayuda e
intercede (Rom. 8:26), inspira (2 Ped. 1:21), y santifica (1 Ped. 1:2). Esas
actividades no pueden ser realizadas por un mero poder, una influencia o un
atributo de Dios. Solamente una persona puede llevarlas a cabo”.[1]
Claramente
la Biblia no nos deja en blanco con respecto a la divinidad del Espíritu Santo.
Nos muestra una serie de cualidades y características que sólo se le atribuyen
a una persona. También nos muestra múltiples funciones que tiene, las cuáles
nos benefician en gran manera para nuestro crecimiento espiritual y de otros. Desde
niños escuchamos hablar sobre “la unción del Espíritu Santo”, o “el bautismo o
derramamiento del Espíritu Santo”, pero muchas veces no conocemos realmente en
que cosiste esto, lo cual nos debiera poner en alerta frente a este tema
considerando el tiempo en el cual estamos viviendo: “el tiempo del fin”.
Derramamiento
del Espíritu
En
la palabra de Dios encontramos una obra
importante con respecto al “derramamiento del Espíritu Santo” (Isa. 32:15; Eze.
39:29; Hech. 2:17). Este derramamiento son bendiciones que nos brinda Dios y que
inundan a las personas con poder para que puedan cumplir un propósito y una
obra especial. Este poder se manifestaría en dos ocasiones significativas en la
historia de la humanidad.
Veamos que nos dice el profeta Joel en el
capítulo 2, versículo 23:
“Vosotros
también, hijos de Sión, alegraos y gozaos en Jehová vuestro Dios; porque os ha
dado la primera lluvia temprana y tardía como al principio”.
Y
más adelante, en los versículos 28 al 31 agrega:
“Y después de esto
derramaré mi Espíritu sobre toda carne, y profetizarán vuestros hijos y
vuestras hijas; vuestros ancianos soñarán sueños, y vuestros jóvenes verán
visiones. Y también sobre los siervos y sobre las siervas derramaré mi Espíritu
en aquellos días. Y daré prodigios en el
cielo y en la tierra, sangre, y fuego, y columnas de humo. El sol se convertirá en tinieblas, y la luna
en sangre, antes que venga el día grande y espantoso de Jehová”.
Dios
nos muestra que ocurría una “lluvia temprana” y una
“lluvia tardía” en las cuales el Espíritu de Dios se derramaría sobre toda
carne de una manera abundante y con grandes resultados.
La lluvia
temprana fue en Pentecostés
La
profecía que nos muestra el profeta Joel es de suma importancia ya que en su
primera parte (lluvia temprana), cuando se derramó el Espíritu Santo sobre los
doce, éstos recibieron un poder extraordinario que nunca
antes habían experimentado.
La promesa de Cristo que dijo a sus discípulos
antes de ascender al cielo dice:
“Pero recibiréis
poder cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos
en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra
(Hech. 1:8)”.
Lo
cual se cumplió según la escritura:
“Y
fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas,
según el Espíritu les daba que hablasen” (Hech. 2:4)
Ésta
fue la primera señal o poder que recibieron los discípulos. Ellos fueron llenos
del Espíritu Santo, dotaos de gran poder. Pero eso no fue todo, después de esto
Pedro dirige su primer discurso, dónde invita a la multitud a arrepentirse
y bautizarse en el nombre de Jesús, para el perdón de sus pecados (Hech. 2:38).
Esto trajo frutos instantáneos, ya que según leemos, cerca de tres mil personas
se añadieron aquel día y aceptaron el mensaje del Cristo Crucificado (vers.
41).
Este
sólo fue el comienzo de un largo ministerio realizado por los doce. Muchas
maravillas y milagros fueron llevados a cabo, muchos se convirtieron y
aceptaron el evangelio, el cristianismo dio sus primeros pasos y fue avanzando
rápidamente gracias al poder del Espíritu Santo que pudo utilizar a estos
hombres y cumplirse la promesa hecha por
su maestro.
Elena
de White nos dice:
“Esta obra será semejante a la que se realizó en el
día de Pentecostés. Como la "lluvia temprana" fue dada en tiempo de
la efusión del Espíritu Santo al principio del ministerio evangélico, para
hacer crecer la preciosa semilla, así la "lluvia tardía" será dada al
final de dicho ministerio para hacer madurar la cosecha”.[2]
La lluvia tardía
Dios
tiene una maravillosa obra que debemos cumplir. Así como en el pentecostés Dios
derramó su Espíritu a los doce, también la promesa nos alcanza a nosotros en este
tiempo. Dios promete enviar al Espíritu Santo para que seamos llenados de Él y
recibamos poder que nos ayudará a predicar el evangelio a todo el mundo y
terminar la obra que se nos encomendó (Mt. 28:19-20).
Así
como en la lluvia temprana fue derramado el Espíritu, Dios promete una porción
más abundante de su poder en este tiempo:
“El
derramamiento del Espíritu en los días de los apóstoles fue "la lluvia
temprana", y glorioso fue el resultado. Pero la lluvia tardía será más
abundante”.[3]
Miles
de personas se convirtieron gracias a la primera intervención o derramamiento del
Espíritu Santo. Dios a través de su sierva nos dice que su derramamiento será
aún más abundante, y nos garantiza un resultado aún mayor.
Aquí
está la promesa de Dios para su pueblo:
"Pedid
a Jehová lluvia en la estación tardía, Jehová hará relámpagos, y os dará lluvia
abundante, y hierba verde en el campo a cada uno." Zac. 10: 1.
El
espíritu de profecía nos dice:
“Bajo la figura
de la lluvia temprana y tardía que cae en los países orientales al tiempo de la
siembra y la cosecha, los profetas hebreos predijeron el derramamiento de la
gracia espiritual en una medida extraordinaria sobre la iglesia de Dios. El
derramamiento del Espíritu en los días de los apóstoles fue el comienzo de la
lluvia temprana, y gloriosos fueron los resultados... Pero cerca del fin de la
siega de la tierra, se promete una concesión especial de gracia espiritual,
para preparar a la iglesia para la venida del Hijo del hombre. Este
derramamiento del Espíritu se compara con la caída de la lluvia tardía; y en
procura de este poder adicional, los cristianos han de elevar sus peticiones al
Señor de la mies "en la estación tardía"”.[4]
Dios
envió al Espíritu Santo en la lluvia temprana para que los discípulos fueran
preparados, capacitados y experimentados con su poder. Éste grandioso poder que
ayudó a los discípulos para predicar el evangelio y expandirlo a todo el mundo,
se nos promete hoy en día. Así como Dios les dio la victoria a sus discípulos y
pudieron llevar este evangelio al mundo, así también nuestro Dios nos puede dar
la victoria, preparándonos con su poder para cumplir la misión y encontrarnos
con nuestro Señor Jesucristo. Esa es nuestra gran esperanza.
Cuando
me detengo a meditar en la promesa de Dios del Espíritu Santo, surge en mi
mente la siguiente pregunta: ¿Por qué no hemos recibido este poder? La
respuesta a esta pregunta la encontramos en Lucas 11:13 que dice:
“Pues
si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto
más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan?”.
Elena
de White:
“Debiéramos
orar tan fervientemente por el descenso del Espíritu Santo como los discípulos
oraron en el Día de Pentecostés. Si ellos lo necesitaban en aquel entonces,
nosotros lo necesitamos más hoy en día”.[5]
La
respuesta es concisa y clara: “Pedir al Padre” y Él nos concederá del Espíritu Santo.
Jesús mismo lo dijo, sólo debemos confiar en sus palabras, reclamar al Padre la
promesa de su hijo y recibiremos su poder. Parece sencillo, pero este derramamiento
conlleva algunas condiciones que la profetiza del Señor nos aclara a continuación.
Cómo recibir el
Espíritu Santo o la lluvia tardía
Orar
fervientemente por Él:
“Debiéramos
orar tan fervientemente por el descenso del Espíritu Santo como los discípulos oraron
en el Día de Pentecostés. Si ellos lo necesitaban en aquel entonces, nosotros
lo necesitamos más hoy en día”.[6]
“La
medida del Espíritu Santo que recibamos estará en proporción a la medida de
nuestro deseo de recibirlo y de la fe que ejerzamos para ello, y del uso que
hagamos de la luz y el conocimiento que se nos dé”.[7]
Humillarse y
arrepentirse sinceramente:
“La
mayor y más urgente de todas nuestras necesidades es la de un reavivamiento de
la verdadera piedad en nuestro medio. Procurarlo debiera ser nuestra primera
obra. Debe haber esfuerzos fervientes para obtener las bendiciones del Señor,
no porque Dios no esté dispuesto a conferirnos sus bendiciones, sino porque no
estamos preparados para recibirlas. Nuestro Padre celestial está más dispuesto a
dar su Espíritu Santo a los que se lo piden que los padres terrenales a dar
buenas dádivas a sus hijos. Sin embargo, mediante la confesión, la humillación,
el arrepentimiento y la oración ferviente nos corresponde cumplir con las
condiciones en virtud de las cuales ha prometido Dios concedernos su bendición.
Sólo en respuesta a la oración debe esperarse un reavivamiento”.[8]
“Debe haber un
reavivamiento cabal entre nosotros. Debe haber un ministerio convertido. Debe
haber confesiones, arrepentimiento y conversiones. Muchos que están predicando
la Palabra necesitan la gracia transformadora de Cristo en sus corazones. No
debieran permitir que nada les impida hacer una obra cabal antes que sea
demasiado tarde para siempre”.[9]
“Desechen
los cristianos todas las disensiones, y entréguense a Dios para salvar a los
perdidos. Pidan con fe la bendición prometida, y ella les vendrá”.[10]
La reforma debe
ir con un reavivamiento:
“Deben
producirse un reavivamiento y una reforma bajo el ministerio del Espíritu
Santo. El reavivamiento y la reforma son dos cosas diferentes. El reavivamiento
significa una renovación de la vida espiritual, un avivamiento de las
facultades de la mente y el corazón, una resurrección de la muerte espiritual.
La reforma significa una reorganización, un cambio en ideas y teorías, en
hábitos y prácticas. La reforma no producirá el buen fruto de justicia a menos
que esté conectada con el reavivamiento del Espíritu. El reavivamiento y la
reforma han de hacer su obra designada,
y al hacerlo, deben fusionarse”.[11]
Desechar toda
lucha y disensión:
“Cuando
los obreros tengan un Cristo que more permanentemente en sus almas, cuando todo
egoísmo esté muerto, cuando no haya rivalidad ni lucha por la supremacía,
cuando exista unidad, cuando se santifiquen a sí mismos, de modo que se vea y
sienta el amor mutuo, entonces las lluvias de gracia del Espíritu Santo vendrán
sobre ellos tan ciertamente como que la promesa de Dios nunca faltará en una
jota o tilde. Pero cuando es rebajada la obra de otros, para que los obreros
puedan mostrar su propia superioridad, demuestran que su propia obra no
lleva la señal que debiera. Dios no puede bendecirlos”.[12]
Amaos unos a
otros:
“El
cristianismo se ha de revelar en el más tierno afecto mutuo... Cristo ha de
recibir supremo amor de parte de los seres que ha creado. Y requiere que
el hombre fomente una consideración sagrada por sus prójimos. Cada alma salvada
lo será
por el amor que comienza con Dios. La verdadera conversión es un cambio del
egoísmo al amor santificado para Dios y al amor mutuo entre los hombres”.[13]
Entrega total:
“No podemos
emplear al Espíritu Santo. El Espíritu ha de emplearnos a nosotros. Por el
Espíritu obra
Dios en su pueblo "así el querer como el hacer, por su buena
voluntad" "(Fil. 2: 13). Pero muchos no quieren someterse a eso.
Quieren manejarse a sí mismos. Esta es la razón por la cual no
reciben el don celestial. Únicamente a aquellos que esperan humildemente en
Dios, que velan para tener su dirección y gracia, se da el Espíritu”.
Un
refrigerio Indispensable
Necesitamos
urgentemente un refrigerio de la presencia de Dios, el cuál se detalla a
continuación en 4 puntos esenciales:
Primero:
“Cuando termine el mensaje del tercer
ángel la misericordia divina no intercederá más por los habitantes culpables de
la tierra. El pueblo de Dios habrá cumplido su obra; habrá recibido la
"lluvia tardía", el "refrigerio de la presencia del Señor y
estará preparado para la hora de prueba que le espera. Los ángeles se apuran,
van y vienen de acá para allá en el cielo”.[14]
Segundo:
“Vi que nadie podía participar del
''refrigerio'' a menos de vencer todas las tentaciones y triunfar contra el
orgullo, el egoísmo, el amor al mundo y toda palabra y obra mala. Por lo tanto,
debemos acercarnos más y más al Señor y buscar anhelosamente la preparación
necesaria que nos habilita para permanecer firmes en la batalla, el día del
Señor. Recuerden todos que Dios es santo y que únicamente seres santos podrán morar
alguna vez en su presencia".[15]
Tercero:
"La gran obra de evangelización no
terminará con menor manifestación del poder divino que la que marcó el
principio de ella. Las profecías que se cumplieron en el tiempo de la efusión
de la lluvia temprana, al principio del ministerio evangélico, deben volverse a
cumplir en tiempo de la lluvia tardía, al fin de dicho ministerio”.[16]
Cuarto:
“Vendrá la lluvia tardía y la bendición
de Dios llenará cada alma que esté purificada de toda contaminación. Nuestra
obra hoy es rendir nuestra alma a Cristo para que podamos ser hechos idóneos
para el tiempo del refrigerio de la presencia del Señor: idóneos para el bautismo del Espíritu Santo”.[17]
CONCLUSIÓN
Así
cómo fue manifestado y derramado el Espíritu Santo en el pentecostés, así
también se manifestará el Espíritu a toda persona que lo pida y esté preparada
para recibirla. Dios quiere culminar la obra en ésta tierra lo más pronto
posible, pero es nuestro deber prepararnos para estar listos para terminarla.
Como dijo alguna vez un profesor: “No es hora de comenzar la misión, es hora de
terminarla”, y es nuestro deber apresurar la venida de Jesús agotando todos los
medios posibles.
Cuando
se manifieste el poder de Dios a la
humanidad, el evangelio eterno se dispersará por todo el mundo y entonces
vendrá el fin y nuestro Rey de Reyes y Señor de Señores vendrá a buscar a su pueblo
que le esperó fielmente y contribuyó en ésta su obra.
Es
importante recibir el poder del Espíritu en este tiempo. Necesitamos ese
refrigerio de la presencia de Dios para
poder resistir las cosas que nos esperan. Debemos dejar todo pecado que nos ate
a este mundo para poder recibir la maravillosa promesa y Dios se manifestará y
los resultados serán grandiosos para la honra y gloria de nuestro Dios.
“Oí que los revestidos de la armadura proclamaban
poderosamente la verdad, con fructuosos resultados. Muchas personas habían
estado ligadas; algunas esposas por sus consortes, y algunos hijos por sus
padres. Las personas sinceras, que hasta entonces habían sido impedidas de oír
la verdad, se adhirieron ardientemente a ella. Desvanecióse todo temor a los
parientes y sólo la verdad les parecía sublime. Habían tenido hambre y sed de
la verdad, y ésta les era más preciosa que la vida. Pregunté por la causa de
tan profundo cambio y un ángel me respondió: "Es la lluvia tardía; el
refrigerio de la presencia del Señor; el potente pregón del tercer ángel."[18]
[1] Iglesia Adventista del Séptimo Día. (2007). Creencias
de los Adventistas del Séptimo Día. Buenos Aires: Asociación Casa Editora
Sudamericana, p. 68.
[2] White, E. G. (1913). Conflicto de los Siglos.
Mountain View, California.: Pacific Press. p. 669.
[3] White, E. G. (1975). Joyas de los Testimonios Tomo
3. Buenos Aires: Asociación Casa Editora Sudamericana, p. 211.
[4] White, E. G. (1991). Dios nos cuida. Buenos
Aires: Aociación Casa Editora Sudamericana.
[5] White, E. G. (1913). Conflicto de los Siglos. Mountain View,
California.: Pacific Press.
[6] White, E. G. (1913). Conflicto de los Siglos.
Mountain View, California.: Pacific Press.
[7]
White, E. G. (5 de mayo, 1896). Review and Herald.
[8] Mensajes Selectos, Tomo 1. (1887). Publicaciones Internacionales, p. 141
[9]
White, E. G. (1881), Carta 51.
[10] White, E. G. (1904). Joyas de los Testimonios Tomo
3. Buenos Aires: Asociación Casa Editora Sudamericana, p. 211.
[11]
White, E. G. (25 de febrero, 1902). Review and Herald.
[12] White, E. G. (1981). Mensajes Selectos,
Tomo 1. Publicaciones
Internacionales, p. 206.
[13] White,
E. G. (1901). Mensajes Selectos, Tomo 1. Publicaciones Internacionales, p. 134-135.
[14] White, E. G. (1991) 20 de diciembre. Dios nos cuida.
Buenos Aires: Aociación Casa Editora Sudamericana.
[15]
White, E. G. Testimonios Selectos, Tomo 1. (1923). Buenos Aires: Asociacion Casa Editora
Sudamericana, p. 111.
[16] White, E. G. (1913). Conflicto de los Siglos.
Mountain View, California.: Pacific Press, p. 669.670.
[17] White, E. G. (1981). Mensajes Selectos, Tomo 1.
Publicaciones Internacionales, p. 223.
[18] White, E. d. (1962). Primeros Escritos.
Mountain View, California: Publicaciones Interamericanas, p. 271.