A continuación estudiaremos 2 grupos que aspiran a un
retorno al modelo neotestamentario: los valdenses, de la baja Edad Media, y los
anabaptistas, del siglo XVI. Su experiencia puede enseñarnos lecciones útiles,
y ser una inspiración para la Iglesia Adventista contemporánea, que también
desea imitar el ejemplo neotestamentario y ser fiel a los mandatos de nuestro
Señor.
Los valdenses: el
movimiento valdense remota sus orígenes
a Valdo, un mercader pudiente de la ciudad de Lyon, Francia, que a
mediados del siglo XIII, luego de una vida holgada sin mayor preocupación por
las cosas espirituales, experimenta una conversión profunda. Al conocer el
mensaje del evangelio, lo impacta el llamado de Cristo a renunciar a los bienes
materiales, para seguirlo de todo corazón.
Valdo despierta la oposición del obispo local, ya que no se
acostumbraba vivir voluntariamente en la pobreza, a menos que se hubiesen hecho
votos monásticos. Sentía la necesidad de obedecer a Cristo compartiendo el
evangelio mediante su lectura pública y su explicación de casa en casa.
Impresionaba a las personas el oír las palabras de Jesús leídas en su propio
idioma.
Aunque no tenía un afán cismático, el movimiento afirma
explícitamente la autoridad soberana de las Sagradas Escrituras y el deber y el
derecho de apelar, de la autoridad eclesiástica, a la palabra de Dios, como
única regla de fe. De allí nace su convicción de que si principal deber es
difundir esa Palabra, por medio de la lectura y la predicación. El principio fundamental es, entonces, el
apostólico: “Obedecer a Dios antes que a los hombres”.
Incluso frente a la opresión y la persecución, los
seguidores de Pedro Valdo mantuvieron su compromiso con la autoridad de las
Santas Escrituras y la proclamación del mensaje del evangelio.
Los anabaptistas:
estuvo constituido por la Primera Iglesia de los Hermanos Suizos. Por primera
vez en siglos, un grupo de cristianos se atreve a formar una iglesia según el
modelo del Nuevo Testamento. Creían que, a fin de formar parte de esta, era
necesaria una entrega personal a Cristo y un deseo voluntario de formar parte
de su iglesia.
Viven su fe según su conciencia, en una época de excesiva
violencia religiosa, sin amedrentarse. No es un movimiento homogéneo, pero se
caracteriza por creer que las escrituras eran la fuente autoritativa de toda fe
y práctica, para el cristiano.
Practicaban el bautismo de creyentes adultos. Su oposición
al bautismo infantil, por ser esta una practica no bíblica, ocasionó que se les
diera el sobrenombre de anabaptistas, o “rebautizadores”.
Su mensaje recalcaba la necesidad del arrepentimiento y de
la fe, basados en la autoridad de las Escrituras.
Acentuaban la importancia de vivir el amor por los hermanos
dentro de la comunidad. El resultado de este trabajo misionero fue muy exitoso:
en las pequeñas aldeas suizas alemanas y del sur de Alemania hubo gran número
de conversos.
No dudaban de poner en riesgo su vida a fin de dar a conocer
el mensaje del evangelio. Si eran expulsados de una localidad, iban a otra. Si
era apresados, enfrentaban el maltrato con valor y amor hacia sus enemigos.
El valdensismo enfatizó el renunciamiento a los bienes
materiales y la predicación de la Palabra, llevada a cabo no por algunos
cristianos selectos, sino por todos los discípulos de Cristo. El anabaptismo
recalcó la formación de comunidades de cristianos comprometidos, el discipulado
y la proclamación de la Palabra de Dios.
Aunque las circunstancias eran adversas, estos grupos
permanecieron en el amor y la fidelidad a Cristo, lo cuál debiéramos admirar en
este tiempo, para también aprender de ellos y aplicarlo en nuestros grupos pequeños.
Apreciación:
El capitulo nos muestra bíblicamente como se sustenta el concepto de “grupo
pequeño” en la biblia y por otro lado como podemos aprender de grupos de
cristianos fieles al Señor y como eso lo podemos aplicar en los grupos
pequeños.
Los grupos pequeños fueron importantes para que el
cristianismo pudiera avanzar y tener grandes resultados como el derramamiento
del Espíritu Santo. Cuando los primeros cristianos partían el pan, oraban,
estudiaban las escrituras en las casas de los creyentes, su fe aumentaba y
recibían de este poder divino. Así también ocurrió en la edad media. Así
también ocurre hoy en día en nuestra iglesia y ocurrirá con mayor fuerza a
mediada que las profecías escatológicas se vayan cumpliendo. Para mi es de suma importancia que la iglesia
de hoy se reúna en grupos pequeños, ya que proporciona un sinfín de beneficios
de los cuales yo quiero resaltar solo dos: (1) los grupos pequeños ayudan como
refugio espiritual y social, ya que se forman lazos afectivos y llega a ser
como una familia, lo cual (2) provoca unión de pensamiento y propósito en
cuanto a los deberes que tenemos como cristianos, que es cumplir la misión así
como lo hicieron los cristianos de la iglesia primitiva y en la edad media, los
cuáles nos dieron un ejemplo que sin duda es admirable ver y que podemos
imitar, ya que ellos, a pesar de las
dificultades, y cuando quizás pensaban que todo estaba en su contra, lo imprescindible
fue que entendieron lo que debían hacer; ser fieles hasta el fin, cumpliendo
con la voluntad de Dios aunque eso les costara la vida.