sábado, 16 de junio de 2012

Los Envié al Mundo

Estamos viviendo en una época donde los laicos de nuestras congregaciones están cada vez más ociosos en cuanto al trabajo que debieran hacer. Existe una necesidad de cambio y poder difundir cual es el verdadero trabajo de los miembros de iglesia para que de esta forma puedan cumplir a cabalidad con lo que Dios nos manda que hagamos.
La gran comisión (Mt. 28:19-20) no puede ser llevada solamente por ministros o pastores de las iglesias. Este comisión fue designada a todo seguidor de Cristo que quiere servirle como Dios y redentor. La obra que realiza el laicado con los ministros debiera ser equivalente. Muchas veces esto se distorsiona, ya que los miembros están acostumbrados a asistir a la iglesia, sentarse y escuchar lo que dice el pastor.
El vocablo “laico” tiene amplios significados que contrastan el uno del otro:
1.      Referido al empleo de la persona fuera de la iglesia en ocupaciones seculares que demandan la mayor parte de su tiempo.
2.      Referido al empleo de la persona dentro de la iglesia. Se diferencia al laicado del pastor. El laicado son las personas que sirven a Dios voluntariamente por lo que no reciben sueldo. En cambio el pastor sirve a Dios de tiempo completo y es remunerado.
3.      En la Biblia, la expresión ho laos (el laicado) indica la diferencia entre los sacerdotes y los dirigentes del pueblo judío.
4.      Hengrik Kraemer nos dice que la palabra “laico” viene del vocablo griego antiguo laikos, cuyo significado original es: que pertenece a laos. Es decir al pueblo elegido de Dios. Entonces laos significa “el pueblo de Dios”, y podemos decir que los miembros de iglesia como los ministros serian laicos.
El espíritu de profecía es claro al declarar: “Tampoco recae únicamente sobre el pastor ordenado la responsabilidad de salir a realizar la comisión evangélica. Todo el que ha recibido a Cristo está llamado a trabajar por la salvación de sus prójimo”.[1] Es la obligación de todos, tanto laicos como ministros el cumplir con la gran comisión que Jesús nos encomendó, que es la predicación del evangelio a todo el mundo.
El nuevo testamento nos dice que todos los cristianos debemos ser ministros. Jesús nunca dirigió sus palabras a un grupo selecto de personas, por lo tanto lo que dicen los evangelios acerca de la misión, es para que sea cumplida por todos lo que dicen ser cristianos o seguidores de Cristo. En una iglesia numerosa, Dios no ha llamado solo al pastor para el ministerio. Dios ha llamado a cada miembro de esa iglesia para que puedan ser testigos de Cristo, cada cual con su ministerio personal apoyando la obra del pastor.
Muchas veces vemos al pastor peleando la dura batalla y a los hermanos suplicando por su obra. Se nota claramente que los miembros pasan desapercibidos por la iglesia, contribuyen de una forma silenciosa y se sienten independientes de la iglesia, no están comprometidos con la obra de Dios. También algunos ministros obtienen satisfacción de su autoridad religiosa dentro de la congregación y abandona el testimonio cristiano y la movilización de la iglesia. Pero Dios quiere que toda persona, sea cual sea el cargo que tenga, pueda ser testigo fiel y verdadero de Él, que pueda glorificar a su padre en todo, en cualquier cosa u ocupación que haga. Cristo quiere trabajar en las personas y que sean canales de bendición para otras.
Muchas veces encontramos clasificaciones de las personas según si dedicación y consagración. En primer lugar está el misionero que trabaja en el extranjero, luego el pastor, le sigue el obrero religioso, y al final se encuentra el humilde laico que se pregunta si realmente merece una posición. El laico se ha visto como un cristiano fracasado que solo ayuda a pagar las cuentas del pastor y llenar los asientos en la iglesia.
Encontramos al laicado como espectadores silenciosos como quien mira la televisión, sin hacer nada realmente productivo, mientras que por otro lado está el pastor como el que habla y actúa. Jesús cuando dijo que debemos predicar el evangelio a todo el mundo, no se refería a un grupo de pastores y ministros, sino a sus discípulos, esto quiere decir que va dirigido a todos los discípulos de Jesús de todos los tiempos.
Es necesario saber y proclamar las funciones de los miembros de iglesia para que puedan tomar el peso a la misión que nos encomendó Jesús. Si los miembros de iglesia junto a los pastores trabajaran por Cristo cumpliendo la misión, Cristo vendría prontamente en las nueves de los cielos. Es necesario que todos podamos contribuir, porque somos llamados ministros de Dios con una tarea específica en este mundo. No importa cuál sea el trabajo; para Dios todos somos ministros suyos y es nuestro deber y responsabilidad cumplir con esta gran tarea de redimir a otros a través de Jesús.
[1] Elena G. de White. Los Hechos de Los Apóstoles, p. 90.


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